En el campo había un tipo que era tan, pero tan manguero que nadie quería hablarlo, porque enseguida sacaba ventaja y ya te mangueaba, enseguida te hacia pagar algo o que le regales algo.
Una vez, este hombre ingresa al bar del campo y saluda: "Buenas noches!"
Silencio, nadie le respondió. Nadie lo saludó, por miedo a que si le devolvían el saludo enseguida el tipo este les mangase algo.
"Buenas noches!", repitió más fuerte, y nada. Nadie le respondía.
Se acercó a la barra y volvió a saludar, por tercera vez, "Buenas noches". Nada. Silencio otra vez. Nadie se animaba a dirigirle la palabra.
Entonces el tipo, sabiendo que los hombres de campo quieren mucho a sus caballos, se acercó a la ventana, y miró para afuera. Vió los caballos atados al palenque ahí afuera, esperando a sus dueños que estaban bebiendo una copa y dijo en voz alta: "Qué hermoso ejemplar de alazán ese que está atado acá primero, qué buen caballo!", alabó en voz alta.
El dueño del caballo ya no pudo quedarse callado y se paró de la mesa en la que estaba y acercándose a la ventana dijo: "Es mío, ¿le gusta?"
- Que si me gusta, es hermoso. Yo tenía un caballo así, pero lo perdí en la TOMA
El otro, sin entender a qué se refería, le preguntó: "¿Toma, qué toma?"
- Una ginebra, gracias por invitarme
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